Lic. Guillermo Magi
Director de la
Fundación Archipiélago
La Neurociencia es el nexo natural entre las
humanidades y las ciencias naturales y su relevancia prevé que el desarrollo en
el conocimiento del encéfalo en el S. XXI será equivalente al estudio de los
genes en el S. XX y a lo que suposo la investigación de la célula durante el S.
XIX. El estudio de la formación de conexiones entre neuronas durante el
desarrollo permite establecer hipótesis entre los circuitos neurales y los
actos comportamentales.
La
neurociencia ha surgido durante el último siglo a partir de estudios del
Sistema Nervioso realizados por disciplinas clásicas y nos permite explorar el
potencial humano, entrelazando los mecanismos internos con la conducta observable.
“Quizá
la última frontera de la ciencia -su desafío final- sea entender las bases
biológicas de la conciencia y de los procesos mentales por los que percibimos,
actuamos, aprendemos y recordamos. En las dos últimas décadas se ha puesto de
manifiesto una apreciable unidad entre las ciencias biológicas, unidad que ha
desembocado en la fusión de la Neurociencia con el resto de la biología celular
y molecular. La próxima y quizás más desafiante etapa en esta progresiva
unificación es la fusión del estudio de la conducta, la ciencia de la mente,
con la Neurociencia, la ciencia del encéfalo” ("Neurociencia y
Conducta", KANDEL Eric, SCHWARTZ James y JESSELL Thomas; 1997; 5).
El
dogma central de dicha unificación es que lo que acostumbramos llamar mente
consiste es una serie de funciones realizadas por el encéfalo. La acción del
encéfalo subyace a toda conducta, no sólo a las conductas motoras relativamente
sencillas, tales como andar y comer, sino a todos los actos cognitivos
complejos que asociamos con la conducta específicamente humana, tales como
pensar, hablar y crear obras de arte. Conforme a este punto de vista, los
trastornos del comportamiento que caracterizan a la enfermedad mental son
alteraciones de la función cerebral.
La
tarea de la Neurociencia es aportar explicaciones de la conducta en términos de
actividades del encéfalo, explicar cómo actúan millones de células nerviosas
individuales en el encéfalo para producir la conducta y cómo, a su vez, estas
células están influidas por el medio ambiente, incluyendo la conducta de otros
individuos.
Las
teorías del aprendizaje se han desarrollado históricamente con una fuerte base
psicológica, antropológica y social, pero la mayoría de las veces han caminado
por veredas opuestas con los aportes que sobre el mismo podían hacer las
ciencias naturales.
De las neuronas a la
cognición
Las
neuronas están interconectadas en forma de red o telaraña y su conexión se da
por medio del axón (de una neurona) por el que se desplazan los impulsos. Este
desplazamiento termina en un engrosamiento el cual está separado por una
pequeña luz (“cisura sináptica”) de la protuberancia en forma de pimpollo de
una dendrita de la neurona destino.
La
composición química de la “sustancia transmisora” que ocupa la cisura sináptica
determina decisivamente el efecto que un impulso en marcha ejercerá finalmente
en la neurona. Bajo ciertas condiciones puede producir un “efecto inhibidor”
(eliminando así, otros impulsos que se originan simultáneamente); en otros
casos puede ejercer un “efecto facilitador” (fortaleciendo así otro impulso, de
manera que éste puede provocar que la neurona se “dispare”)” (Heinz von
Foerster en WATZLAWICK Paul, “La realidad inventada”, Gedisa Editorial, 1981,
págs. 38 y ss).
¿Cuáles
serán las condiciones (externas e internas) que producen un efecto inhibidor y
cuáles un efecto facilitador?, ¿qué modelos educativos o teorías pedagógicas
actúan “favoreciendo o inhibiendo” el activamiento de la red neuronal?. Poder
determinar modelos educativos que actúen favoreciendo o inhibiendo permiten
concluir que aquellos que lo favorezcan estarán ayudando también a preservar la
vida de las neuronas, mientras que aquellos que lo inhiban estarán ayudando a
su paulatina muerte. Esto nos permitiría llegar a postular modelos pedagógicos
y teorías del aprendizaje que estén directamente relacionados con el equilibrio
nervioso del organismo humano.
Representaciones
internas de los fenómenos mentales (input y output procesacional).
“Se
ha dicho que la belleza está en los ojos del espectador... hay ciertamente un
mundo real de árboles, personas, coches e incluso libros; y éste tiene bastante
relación con nuestra experiencia de tales objetos. Sin embargo, no tenemos un
acceso directo inmediato al mundo, ni a ninguna de sus propiedades...” (Ulric
Neisser, 1967).
Las
representaciones mentales que poseemos del mundo externo son constructos
individuales que están directamente relacionadas con nuestra historia personal.
Si pudiéramos “navegar” por nuestra mente tal como lo hacemos por Internet, nos
asombraría las complejas y extrañas combinaciones de imágenes que conforman a
su vez una telaraña de sentidos e ideas.
Nuestro
comportamiento social responde a estos esquemas previos de acción, y estos
esquemas internos adquieren relevancia en nuestro aprendizaje, puesto que la
“manera” de aprender estará determinada por las posibilidades reales que
podamos tejer en aquella telaraña interna.
Esta
“matriz” interna de aprendizaje no permanece idéntica durante toda nuestra vida
y esto se debe a la plasticidad neuronal, la cual permite la modificación de
nuestras conductas. El que nuestra especie tenga un sistema nervioso
evolucionado permite plantear estas ideas con respecto al aprendizaje. ¿En que
nos basamos para estas afirmaciones?. La rana, por ejemplo, que tiene un
sistema nervioso muy elemental, ante un estímulo externo (como por ejemplo un
elemento extraño en su campo visual) salta inmediatamente a la zona más oscura
de su campo visual. Muchas veces esta conducta le hace caer en manos de su enemigo
y como consecuencia de ello pierda su vida, pero es que la rana no puede
articular otra respuesta más compleja porque su sistema nervioso no se lo
permite.
Esta
idea fue trasladada en su momento por la psicología experimental al aprendizaje
humano, e incluso se inscribe en esta línea la obsesión de los conductistas de
medir respuestas observables a estímulos controlados. Los conductistas
consideraban irrelevantes para el estudio científico de la conducta todos los
procesos que intervienen entre el input y el output comportamental. Por esto
ignoraron en gran medida los procesos cerebrales constructivos que subyacen a
la percepción, la acción, la planificación, el pensamiento, la atención y las
formas complejas de memoria.
Sin
embargo, el hombre posee capacidad craneana con posibilidad de dar respuestas
más complejas, por tanto el modelo estímulo-respuesta no es válido para
especies (como la humana) que tienen una escala evolutiva mayor y por tanto
poseen capacidades cerebrales distintas.
Esto
permite al cerebro humano actuar por inhibición de respuestas, o lo que es lo
mismo, ante situaciones de estímulos externos nuestro sistema nervioso tiende
por su desarrollo evolutivo a inhibir las primeras respuestas (que son simples)
para construir o “pensar” respuestas más complejas y distintas. El aprender
entonces es una capacidad que en los humanos toma aspectos distintivos con
respecto a otras especies, puede afirmarse por tanto que cuando más se retarda
una respuesta más inteligente será la misma.
Estas
ideas nos exigirán redifinir conceptos tan aceptados como “inteligencia” y
“aprendizaje”, entre otros. La plasticidad neuronal, a la que hacíamos
referencia, no es otra cosa que el permanente movimiento sináptico que hace que
el cerebro se mueva. De esta plasticidad depende nuestra capacidad de
aprendizaje, y es claramente observable como con el correr del tiempo y
llegando ya a la ancianidad nuestra capacidad de aprender se ve limitada dado
precisamente a que se va perdiendo lentamente la plasticidad neuronal.
El
aprendizaje es una propiedad neuronal propia de cada ser vivo y que sería el
resultado de una serie de informaciones que continuamente aportan las distintas
regiones del cerebro. Estas regiones a su vez reciben la información de manera
constante a través de los estímulos (tanto externos como internos de cada
individuo) y actúan como “filtros” lo cual motiva que experiencias que viven
simultáneamente distintas personas sean “interiorizadas”, en definitiva
“aprendidas” de formas muy distintas.
¿Se
puede, por tanto, hablar de “aprendizaje”, e incluso plantear teorías del
aprendizaje desconociendo nuestro sistema nervioso?
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