sábado, 8 de junio de 2013

Cerebro, mente, cuerpo y entorno

La mente no puede considerarse separada del cerebro, como tampoco del cuerpo y del entorno (tanto físico como social). En consecuencia, se lo debe considerar como una unidad conceptual indivisible.


 Sergio Moriello
Conceptos claves: acoplamiento – autonomía – auto-organización – complejidad – comunicación – estructura – entorno – fluidez – interacción – organización – proceso

La mente no puede considerarse separada del cerebro, como tampoco del cuerpo y del entorno (tanto físico como social). En consecuencia, se lo debe considerar como una unidad conceptual indivisible.
Históricamente fue la Filosofía –y, más modernamente, la Filosofía de la Mente– quien se ha ocupado del problema cerebro-mente. En esencia, existen dos tipos de teorías: las dualistas y las monistas, cada una de las cuales presenta –a su vez– diversas variantes. Los dualistas afirman que el cerebro y la mente son “cosas” diferentes, mientras que los monistas sostienen que son una única y misma “cosa”, aunque consideradas desde distintos puntos de vista [Taylor, 1979, p. 32]. Últimamente el enfoque dualista sufrió varios embates, por lo cual ha caído en desuso. No obstante, aun en el enfoque monista hay detractores: las posiciones extremas tienen poco fundamento. La teoría que más aceptación tiene –por el momento– es el emergentismo: la mente se origina a partir de algunos procesos o actividades que emergen del funcionamiento del cerebro. Pero se debe tener en claro que ambos se encuentran en un estado de constante flujo, de fluidez, en donde se modifican y reconstruyen continuamente al interactuar entre sí, “acoplándose” de forma mutua y recíproca [Lewontin, 2000, p. 76/8]. Así, la mente es, en parte, producto del cerebro y el cerebro es, en parte, producto de la mente. En la actualidad, es más adecuado considerar ambos conceptos como un único sistema, como una unidad conceptual complementaria, y se habla de cerebro-mente.

El cerebro

La unidad anatómica y funcional del sistema nervioso, en todos los cordados, es la neurona. En el hombre, la enorme mayoría de ellas se encuentra localizada en su encéfalo, aunque no debe olvidarse que están desparramadas por todo el cuerpo. Se estima que el cerebro humano contiene alrededor de 100 mil millones de neuronas y que cada una de ellas puede establecer hasta 50.000 sinapsis con sus vecinas . Esto significa que el número total de combinaciones podría ascender hasta 5 mil billones (50.000 sinapsis x 100 mil millones de neuronas). Las células nerviosas se organizan en redes jerárquicas con niveles de complejidad crecientes: las interacciones entre neuronas próximas forman “unidades neuronales primarias” o circuitos locales (que varían en tamaño desde casi 50 hasta 10.000 neuronas), los que a su vez se interconectan en circuitos mayores, involucrando múltiples regiones en diferentes partes del cerebro. La organización de estas redes, el “cableado”, se debe al efecto combinado de la programación genética y el aprendizaje a partir de la experiencia [Freedman, 1995, p. 87]. En el cerebro humano, la inmensa mayoría de los enlaces es dinámica: tanto las conexiones sinápticas como las estructuras neuronales se “recablean” (reconfiguran) permanentemente, en respuesta a la interacción con el entorno y a las experiencias acumuladas. Se dice entonces que el cerebro se auto-organiza.

La mente

La mente no es únicamente el asiento de la parte cognitiva (pensamiento, percepción, memoria, inteligencia), sino también de la parte afectiva; es decir, el conjunto de deseos, sentimientos, motivaciones, creencias, intenciones, emociones, etc. No se trata de algo exclusivamente humano, sino más bien de un producto de la evolución biológica. En efecto, la mente es el resultado de un proceso enormemente largo de complejización creciente que se produjo en los sistemas nerviosos de las diferentes especies que evolucionaron sobre la Tierra [García García, 2001, p. 171] [Capra, 1994, p. 97]. Así, los animales simples tienen mentes simples y los animales más complejos tienen mentes más complejas. Hay coincidencia en afirmar que la mente es lo que el cerebro hace, aunque no es cualquiera de las cosas que hace, como –por ejemplo– regular la temperatura interna [Pinker, 2001, p. 51]. Sin embargo, también se debe tomar en cuenta al resto del organismo (el cuerpo) y al ambiente físico y sociocultural que le rodea [Damasio, 1996, p. 230]. Es decir, la mente no tiene únicamente una parte evolutiva y otra biológica, sino también una física y otra social y cultural . Asimismo, no es posible concebirla como una entidad “desencarnada” (aislada de un cuerpo), ni “des-situada” (descontextualizada de un entorno).

El wetware

A diferencia de una computadora digital convencional que tiene un hardware y un software, que están separados y diferenciados, y que son fijos y no cambian –o lo hacen mínimamente–, el complejo cerebro-mente es un sistema auto-organizado que se modifica de manera dinámica y continua: es el proceso de “aprendizaje”. Se verifican procesos de nacimiento y muerte neuronal e, incluso, la propia organización de la neurona y su función –dentro del circuito neuronal que integra– cambia a lo largo del desarrollo [Maturana y Varela, 2004, p. 124]. El “hardware” (el cerebro, la estructura) y el “software” (la mente, el proceso), en el caso biológico, están completamente integrados e interactúan entre sí conformando un sistema fluido, adaptable y elástico, que evoluciona y se modifica con el tiempo a medida que la persona crece y aprende. En definitiva, al cambiar la mente también cambia el cerebro y viceversa. Es lo que se ha dado en llamar “wetware” (sustancia o cosa húmeda), algo –por el momento– inimitable informáticamente. Si bien este wetware puede considerarse –en esencia– como un complejo cableado eléctrico, también puede vérselo como un evolucionado sistema químico. La red neuronal está sometida a la acción química de hormonas activadoras e inhibidoras, que a su vez son influenciadas por aquella. Sólo que existe una notable diferencia en los tiempos de actuación: mientras que los impulsos eléctricos tardan segundos en transmitirse desde un punto a otro, los mensajes químicos demoran horas en moverse y, en ocasiones, mucho más. Por otra parte, la señal sináptica también es electroquímica: aunque la señal generada y transportada por una neurona es eléctrica, pasa a otra mediante sustancias químicas transmisoras (los neurotransmisores) que cruzan el espacio sináptico. En consecuencia, tal vez convendría pensar al wetware como un complejo y dinámico sistema electroquímico y no sólo como una “simple” red de neuronas.

La dinámica del sistema

Este proceso continuo, fluido, dinámico y acumulativo que se verifica en el complejo cerebro-mente es nada más –ni nada menos– que el “aprendizaje”. Según el psicólogo suizo Jean Piaget, se trata de un proceso adaptativo que representa los dos lados de una misma moneda: la “asimilación” y la “acomodación”. Mientras que la asimilación consiste en modificar lo que es percibido para que encaje en la estructura cognitiva existente; la acomodación consiste en modificar la estructura cognitiva existente a fin de que encaje en lo que es percibido. Asimismo, se trata de un proceso que se desarrolla mediante incrementos progresivos a lo largo de una sucesión de estadios de creciente sofisticación. Sin embargo, está condicionado por el grado de maduración cerebral: hay muchos conocimientos para cuya adquisición se necesita un determinado grado de organización neurofisiológica. Los seres vivos se valen fundamentalmente de sus sistemas perceptivos y motores para aprender. Pero la relación no debería considerarse lineal sino circular: la percepción del medio ambiente externo, por ejemplo, reinterpreta la realidad por medio de la acción motora. En otras palabras, se produce un proceso circular y dialéctico, una realimentación de información, a través del entorno próximo. Asimismo, no debe olvidarse del funcionamiento interno; existe un profundo mundo psíquico donde se fermentan ideales, sueños, deseos, necesidades y valores [Morin, 1999, p. 6]. La unidad cerebro-mente es, en definitiva, un sistema auto-organizado que está en perpetua elaboración y reelaboración de los datos recibidos y que –con economía de esfuerzos– debe lograr un constante equilibrio o armonía entre dos fuerzas a menudo contradictorias y antagónicas: sus pulsiones internas y las presiones de su entorno.

El entorno físico

El sistema cerebro-mente forma parte del cuerpo y ambos se van integrando íntimamente (por medio de circuitos bioquímicos y neuronales): es el proceso de “desarrollo”. Éste y el anterior se entrelazan intrínsecamente en la corporeidad, ya que el organismo aprende y se desarrolla al mismo tiempo. Según el neurocientífico portugués Antonio Damasio, “el cuerpo proporciona una base referencial para la mente” [Damasio, 1996, p. 208], ya que aporta un contenido indispensable de los mecanismos de la mente. Incluso las categorías de nuestra experiencia y pensamiento parecen estar determinadas por factores biológicos (junto con los culturales) [Bertalanffy, 1995, p. 261]. Es decir, no son un a priori universal, sino que dependen de la organización psicofísica del organismo, desarrolladas a lo largo de millones de años de evolución. Por este motivo, cada especie biológica tiene una forma particular y única de “acoplarse estructuralmente” con su medio ambiente local y organizar su “mundo real”. Pero si el cerebro-mente y el cuerpo se influencian mutua e intensamente, el conjunto cerebro-mente-cuerpo también interactúa constante y activamente con su entorno (tanto físico como social y cultural) [Damasio, 1996, p. 93]. Son inseparables e interdependientes; como el sólido y el espacio, el sonido y el silencio, la figura y el fondo... Es el entorno quien termina de “esculpir” al encéfalo: cada estímulo y cada experiencia influye en la creación y destrucción de las sinapsis y los circuitos. De esta forma, y aunque todos los seres humanos tengan una estructura cerebral similar (producto de la programación genética), las circunstancias particulares y el contexto de cada persona, hacen que cada individuo sea único. Así, la cuaterna cerebro-mente-cuerpo-entorno opera en forma sistémica e integrada: no puede separarse la actividad y el desarrollo del cerebro de la mente, ni del cuerpo o del contexto.

El entorno social y cultural

Si bien el complejo cerebro-mente-cuerpo se vale fundamentalmente de sus sistemas perceptivos y motores para interaccionar con su entorno físico, para relacionarse con su entorno social necesita del “lenguaje” y para relacionarse con su entorno cultural precisa de los “medios de comunicación” … y ambos son interdependientes. De esta manera, se organiza y modela por su entorno más inmediato: primero los padres; más tarde los parientes, vecinos, educadores y amigos; y luego por la televisión, los periódicos, Internet, otras culturas, etc. El lenguaje incumbe –ante todo– a las relaciones entre las cosas y los conceptos. Cada palabra no sólo transforma el estado de la red conceptual, sino que contribuye, además, a construir o a remodelar su misma topología [Lévy, 2000, p. 35]. Su finalidad es permitir la comunicación. Es el medio principal con el que los sistemas intercambian y comparten información y establecen una comunión de significados. Con él, un grupo de sistemas equivalentes puede definir y desarrollar planes u organizar actividades complejas. En efecto, a medida que va aumentando el número de individuos y se van formando grupos sociales, se acentúa la necesidad de comunicación entre sus miembros, no sólo a través de grandes distancias, sino también a lo largo de extensos períodos de tiempo.

Bibliografía
  • Bertalanffy, L. (1995): Teoría General de los Sistemas. México, Fondo de Cultura Económica, 10° reimpresión.
  • Calvin, W. (2001): Como piensan los cerebros. Madrid, Editorial Debate.
  • Capra, F. (1994): Sabiduría Insólita. Conversaciones con personajes notables. Barcelona, Editorial Cairos, 2° edición.
  • Damasio, A. (1996): El error de Descartes. Barcelona, Editorial Crítica.
  • Freedman, D. (1995): Los hacedores de cerebros. Santiago, Editorial Andrés Bello.
  • García García, E. (2001): Mente y Cerebro. Madrid, Editorial Síntesis.
  • Lévy, P. (2000): Las tecnologías de la inteligencia. Buenos Aires, Editorial Edicial.
  • Lewontin, R. (2000): Genes, organismo y ambiente. Barcelona, Editorial Gedisa.
  • Maturana, H. y Varela, F. (2004): De máquinas y seres vivos. Autopoiesis: la organización de lo vivo. Buenos Aires, Editorial Universitaria y Editorial Lumen, 6° edición.
  • Moravec, H. (1993): El hombre mecánico. Biblioteca Científica Salvat. Barcelona, Salvat Editores.
  • Moriello, S. (2001): Inteligencias Sintéticas. Buenos Aires, Editorial Alsina.
  • Morin, E. (2004): Introducción al pensamiento complejo. Barcelona, Editorial Gedisa, 7° reimpresión.
  • Pinker, S. (2001): Cómo funciona la mente. Barcelona, Ediciones Destino.
  • Rodríguez Delgado, R. (1997): Del universo al ser humano. Madrid, Editorial McGraw Hill.
  • Taylor, G. (1979): El cerebro y la mente. Barcelona, Editorial Planeta.
  • Varela, F., Thompson, E. y Rosch, E. (1997): De cuerpo presente. Barcelona, Editorial Gedisa, 2edic


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