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Neurólogo. Grup psicomèdic AXIOS (España)
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Dr. J. Jubert i Gruart
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Trabajo presentado en las
Primeras Jornadas Internacionales de Fútbol Base,
Girona, 4 y 5 de diciembre de 2000
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Introducción
La neuropsicología es una rama relativamente reciente de la neurología
que tiene por objetivo el estudio de las relaciones entre cerebro y conducta.
Se centra, primordialmente, en las denominadas funciones cerebrales superiores o complejas. La primera de estas
funciones "superiores" a la que quiso identificarse su lugar de
producción cerebral (localización) fue, a finales del siglo XIX, el lenguaje,
la función mas específicamente humana y la que se suponía mas compleja. La
primera mitad del siglo XX ocupó a los investigadores de la funciones
cognitivas, mientras que la segunda mitad marcó el inició del interés por la
funciones práxicas (constructivas grafomotora y manipulativa, ideomotora, ...).
La función cerebral superior mas descuidada por la investigación
neuropsicológica ha sido, precisamente, la del movimiento voluntario o
finalista; su versión o aplicación a una actividad deportiva tan compleja como
son los denominados "juegos" con pelota, continua siendo inexistente.
Tal desinterés y
desconocimiento resulta paradójico, dada la importancia que en nuestra cultura
se da a los deportes competitivos con pelota. Importancia que se ha traducido
en el auge de la denominada medicina y fisiología deportivas -con el
subsecuente interés por los métodos de entrenamiento, a la búsqueda de mejores
rendimientos físicos -, y la expansión de escuelas deportivas (pretendiendo
formar futuros deportistas de elite, potenciando o facilitando el desarrollo de
las competencias ejecutorias en edades cada vez mas tempranas). Pero, a
diferencia de las amplias y mayormente consensuadas bases que orientan la
programación didáctica en los ámbitos de la adquisición del lenguaje, la
lectura y la escritura o del desarrollo cognoscitivo y práxico, del aprendizaje
instrumental musical, ... los fundamentos secuenciados, simultáneos y
sucesivos, que rigen, presiden y regulan, una compleja actividad deportiva
(como la practica del fútbol), se hallan explicitados, sistematizados,
verificados y consensuados con prácticamente nula amplitud y profundidad.
El objetivo de esta
ponencia es, precisamente, perfilar los fundamentos mas básicos de esta
prometedora disciplina que es la Neuropsicología del deporte.
Conceptos básicos
La Neuropsicología del deporte (de la actividad motriz deportiva)
tiene por objeto el estudio del trabajo cerebral de un deportista en acción. Va
intentar responder, entre otras muchas, a las siguientes preguntas: ¿Qué ocurre
en el cerebro de un deportista (de un futbolista, en concreto, para el objetivo
de esta ponencia) mientras realiza una concreta "jugada"? ¿Qué
diferencias funcionales existen entre el cerebro en acción de un futbolista y
el cerebro de un pianista o de un matemático? ¿Por qué predominan los zurdos
entre los deportistas de elite? ¿Por qué la bilateralidad es la característica
dominante entre los deportistas? ¿Cuáles son la secuencias básicas, esenciales,
para facilitar el desarrollo y aprendizaje de la práctica del fútbol?
Como tendremos ocasión de
argumentar, ser un competente futbolista requiere del trabajo concertado (simultáneo
y sucesivo) de un número importante de estructuras nerviosas (centrales y
periféricas), tratándose, inequívocamente, de una Función Cerebral Compleja (FCC) en grado sumo.
El objetivo de una Neuropsicología del deporte es
identificar cada uno de estas estructuras funcionales cerebrales que aportan su
trabajo concertado y que dan lugar a un exitoso movimiento coordinado, que
culmina con la verificación de la finalidad intrínseca a cada modalidad o
especialidad deportiva (controlar la pelota, pasarla a un miembro de propio
equipo, interceptarla del contrario y, en ultimo termino, introducirla -según
la reglas- en el marco de una portería, en el caso de fútbol). Se trata, pues,
en primera instancia, de una Neuropsicología
de Adultos, dedicada a evaluar el rendimiento o competencia de funciones
adquiridas, aprendidas y ampliamente programadas en el cerebro actuante de un
competente sujeto adulto. Tal Neuropsicología constituirá nuestra primera
aproximación, nuestro marco de referencia.
En segundo lugar, nuestro
objetivo hoy será introducirnos en la Neuropsicología
del Desarrollo o de la adquisición de esta Función Cerebral Compleja.
Describiremos, pues, las leyes que regulan el aprendizaje de la actividad
motriz voluntaria, las secuencias de su desarrollo, los pre-requisitos
indispensables a cada nuevo nivel de desarrollo y sus cronologías, obteniendo
de ellos la información básica para la planificación científica de una
didáctica aplicada al aprendizaje de esta concreta especialidad deportiva.
El cerebro de un futbolista adulto en
acción
La actuación de un
futbolista expresa el producto del trabajo concertado de las siguientes
estructuras funcionales encefálicas, cada una de las cuales aporta su
especifica contribución, en diferente intensidad, cualidad y oportunidad (fig.
1):
1. La primera aportación
funcional, básica e indispensable, obvia, es la de los sistemas de alerta y vigilia (estructuralmente
constituidos por la Formación Reticular Mesencefálica (tronco del encéfalo) o Iª UFC).
2. Además de mantenernos en un
estado de alerta, de vigilia y con una atención altamente localizada
(concentración), también resulta obvia la necesaria aportación de una motivación intensa o estado emocional pertinente. Se trata,
en definitiva, de la contribución o trabajo concertado del denominado cerebro
emotivo o sistema límbico (UFC
Intermedia).
3. En todo momento, además,
las regiones corticales asociativas posteriores (IIª UFC) , que integran las percepciones
(visuales, somatosensoriales, auditivas,...) de todo lo que ocurre, en aquel
momento, sobre el terreno de juego y en el propio cuerpo del deportista, deben
aportar su imprescindible trabajo. Sin embargo de poco serviría esta aportación
si una nueva elaboración del material perceptivo no tuviera lugar en las áreas
adyacente de este córtex posterior: el trabajo de cognición, que realiza la síntesis simultanea de las diferentes
percepciones, para dotarlas de significado polimodal. Esta síntesis polimodal o
cognición es la que me permite tener una noción temporo-espacial del movimiento
que sucede en el terreno de juego y sintetizarlo con la percepción de mi propio
cuerpo en este contexto dinámico.
4. Todos los procesos
precedentes van encaminados a poder permitirle a un jugador una adecuada y
ajustada respuesta motora. Ello es trabajo de las estructuras corticales
anteriores, que forman los lóbulos frontales del cerebro (IIIª UFC) , las cuales han de integrar la totalidad de las informaciones
proporcionadas por el trabajo les las estructuras funcionales precedentemente
citadas y sintetizarlas en concretos planes
y programas de actuación (recibir y pasar la pelota, introducirla en la
portería contraria; perder tiempo, manteniéndola en el medio campo o en una
esquina; provocar una falta;...). Pero, todo ello, a continuación, ha de
realizarse y ejecutarse recurriendo a programas de movimientos (contracción y
relajación de grupos musculares concretos, agonistas o antagonistas, flexores o
extensores, rotadores, ...); y todo ello no anárquicamente, sino de acuerdo con
programas o melodías cinéticas
precisas (primero regatear y después pasar; o primero correr, en determinada
dirección, y después saltar para cabecear;...) que obedecen a un plan o programa
previamente escogido. Todo ello, por fin, deberá ser ejecutado músculo a músculo, articulación por articulación. He aquí
el trabajo que ha de aportar esta IIIª
UFC o unidad eferente, encargada de programar, secuenciar, ejecutar y
verificar la acción. Se trata, con todo, de un programa en bruto, que ha de ser modulado, pulido y ajustado.
5. Con solo estas estructuras
aportando mancomunadamente su trabajo, es evidente que el fútbol no seria, en
absoluto, el espectáculo rápido y variado que estamos habituados a contemplar.
El rendimiento que pueden proporcionar, en la practica del fútbol, pacientes
afectados por la enfermedad de Parkinson o por una degeneración del cerebelo
(causada por una esclerosis en placas, por un tumor o por una anomalía hereditaria),
ilustra ampliamente el imprescindible trabajo concertado que han de aportar los
sistemas extrapiramidal (formado por
núcleos o ganglios grises subcorticales) y cerebelo-vestibular,
sistemas cuya consideración realizaremos en el apartado siguiente (ya que se
trata de estructuras funcionales exclusivamente moduladoras del movimiento, no
comprometidas en su génesis y programación) .
Descripción neuropsicológica de la
actividad motora
Cada componente o segmento
de una acción motora, aplicada a la práctica de un deporte, en absoluto es una
actividad refleja o simple respuesta estereotipada y obligada a un estímulo. La
acción motora no es un proceso lineal, caracterizado por relevos estacionales;
no es el resultado de una secuencia de operaciones de procesamientos
independientes y sucesivos. La retroalimentación y la cuasi-simultaniedad es la
característica más distintiva del movimiento voluntario. Prescindiendo, ahora,
de las aportaciones que podemos calificar de inespecíficas (como el estado de
alerta, vigilia y atención, el tono emotivo-motivacional, percepciones
unimodales,...), que hemos mencionado en el apartado precedente, centraremos
esta exposición exclusivamente en la identificación y descripción somera de los
aspectos o componentes intrínsecos y específicos del movimiento.
1. Córtex
parietal asociativo posterior (fig. 2). Pertenece a la 2ª U.F.C.. Es una zona captadora (de integración aferente) de la
información tanto exteroceptiva (procedente del exterior) como propioceptiva
(procedente del propio cuerpo). Se trata de una área terciaria (de máxima complejidad integrativa), donde se
realizan síntesis de diferente modalidad perceptiva: visual, auditiva,
somatoestésica,..., pero que también recibe "inputs" motores de
diferente procedencia (frontales, cerebelosos, ...). El trabajo en ella
realizado nos permite tener un conocimiento (cognición) integrado de los fenómenos polimodales reflejados. No
se trata, pero, de una cognición emocionalmente "neutra", ya que,
gracias a su preferencial conexión con las estructuras límbicas (UFC
intermedia), también integra los impulsos motivacionales, dando lugar a un
incremento de la descarga eléctrica en estas áreas de acuerdo con el grado de
significación emotiva de la tarea a realizar (interés por el objetivo). Una lesión
o supresión de esta área (igual que una ausencia de motivación), no deja al
sujeto inactivo; pero la ejecución resultante se realiza de forma poco atenta,
poco ajusta (retrasada o inacabada).
Además de dirigir
(focalizar) la atención sensorial, la zona parietal posterior del hemisferio
derecho constituye en núcleo central de los procesos práxicos, que nos permiten la "conversión
de los elementos de la percepción o de la representación en elementos de la
construcción" (LURIA), tales como meter una carta dentro de un sobre
(praxia ideatoria), dibujar una casa (praxia constructiva grafomotora),
construir una mesa o un puente (praxia manipulativa), vestirnos y desvestirnos
(praxia del vestir), afeitarnos, peinarnos, orinar o defecar, comer con
cubiertos (praxias habituales),... La capacidad para manipular una pelota (con
el pie, con la cabeza o con las manos) es, igualmente, una competencia práxica,
la cual debe poseer un futbolista, pero ella sola no garantiza su competencia
(pudiendo ser, exclusivamente, un buen malabarista, solo apto para
exhibiciones). Su éxito, en un terreno de juego - en una competición con otro
equipo- dependerá de otra función encomendada a otra área de esta misma zona
parietal posterior. Constituye una responsabilidad de esta zona, realizar la
integración de las habilidades inherentes y especificas a la practica de un
deporte mediante la "transformación
de los elementos de la intención en elementos de la acción" (GARDNER,
JUBERT), lo cual es algo esencialmente diferente de una construcción práxica:
en el deporte, a diferencia de las actividades práxicas, no hay construcción
(no se obtiene como resultado un objeto material permanente). El resultado es, en el deporte, una
aleatoria puntuación, una clasificación, exponente de la consecución de un
objetivo (colocar la pelota en un determinado lugar) que se obtiene por
intermedio de una acción (siempre efímera). Para este cometido, el trabajo
concertado de esta área es crucial, nuclear. En ella radica -entre otras- la
diferencia entre el espectador y el practicante de un deporte, entre el
critico, el entrenador y el deportista. El deportista hábil -y solo él- sabe
hacerlo (ejecutarlo); los otros solo saben representárselo, decirlo, escribirlo
o dibujarlo. Habilidades motrices y competencias práxicas con un objeto
(pelota) constituyen solo pre-requisitos (aportaciones o contribuciones
necesarias, pero no suficientes). El objetivo es convertir la intención en acción.
El cerebro del futbolista,
además, debe analizar simultáneamente y continuamente los movimientos (cambios
de ubicación espacial, con su componente de temporalidad o rapidez) de sus
compañeros de equipo -que participan directamente o potencialmente en cada
"jugada"-, de la pelota y de los integrantes del equipo oponente. Ha
de realizar una síntesis simultanea tanto de su propia posición (de su cuerpo
-segmentos y totalidad- en el espació o terreno de juego) así como de la
posición de los otros y de la pelota en cada momento, y encender o desencadenar
una respuesta motriz adecuada (síntesis de percepción aferente y de
programación de acción eferente). Esta función de síntesis tempo-espacial (o
espacio-temporal), también es competencia de la zona cortical parietal que nos
ocupa. Dada su especificidad, se halla, pero, claramente lateralizada en el
hemisferio derecho, justificando el predomino de zurdería o de ambilateralidad
en futbolistas destacados.
Efectivamente: un
futbolista en acción ha de realizar, como mínimo, un análisis de tres cuerpos
en movimiento en el espació, hacer un calculo de su velocidad, prevenir su
trayectoria y ajustar la posición mas precisa de su propio cuerpo, ejecutando
los movimientos pertinentes. Las áreas asociativas posteriores del lóbulo
parietal derecho han de realizar este trabajo en fracciones de segundo y de
aquí ha de partir la orden de organizar una igualmente rápida respuesta motriz.
Lógicamente, el camino mas rápido de salida, desde el hemisferio derecho - en
virtud del cruzamiento o decusación de las vías piramidales motoras al
hemicuerpo contralateral- es el hemicuerpo izquierdo. Es por ello que los
zurdos poseen una acrecentada ventaja de milisegundos en esta salida organizada
del movimiento tendente a un fin (coincidir con la pelota). Los diestros, por
el contrario, tendrán la desventaja de tener que transferir la información al
hemisferio contralateral o, en el curso de su desarrollo y aprendizaje, de
tener de convertirse en bilaterales (ambidextros o ambizurdos) para unas
determinadas acciones o funciones.
La zona asociativa
posterior del lóbulo parietal derecho es, en primera instancia, pues, una
verdadera "zona de mando" o
de "encendido" del
movimiento voluntario. Este papel directivo se dirige o proyecta hacia a sus
principales "outputs" o aferencias: el córtex premotor (frontal), el cerebelo
y los ganglios basales (es decir:
hacia los ejecutores del movimiento: programador uno, moduladores los otros).
2. Córtex
frontal (prefrontal, premotor y motor). Pertenece a la IIIª UFC. Se trata de una zona programadora y efectora del
movimiento. Sus áreas prefrontales
(áreas terciarias), específicamente humanas, se hallan encargadas de generar
los planes y programas de la acción, así como la verificación de la misma una
vez realizada. En ellas se genera el motivo,
la idea y el proyecto de actuación. En las adyacentes áreas premotoras (áreas secundarias) tiene lugar la composición de
las "melodías cinéticas" (LURIA)
que integraran un movimiento complejo y finalista. A continuación se produce la
aportación de las áreas motoras
propiamente dichas o pre-rolandicas (áreas primarias) (fig. 3), donde las
ordenes de operación ejecutiva, enviaran las ordenes en bruto para la entrada
en juego de los concretos músculos, organizados en torno a una articulación,
que han de intervenir en aquel movimiento finalista y planificado.
3. El sistema
límbico (fig. 1). El conjunto de estructuras subcorticales agrupadas bajo
el concepto de U.F.C. Intermedia
(JUBERT) constituye la tercera aportación al trabajo concertado de una
actividad deportiva. Su papel ha sido siempre implícitamente reconocido, pero
muy escasamente o adecuadamente ha sido objeto de una sistematizada atención.
Limitado su contribución al grado de motivación para ganar, se ha obviado la
consideración del placer como un
objetivo evidente de la practica deportiva.
Las aferencias
propioceptivas (estímulos procedentes del propio cuerpo), antes de hacer escala
en el tálamo y de aquí al cortex parietal, recalan en tres estructuras básicas:
el cerebelo (de cual nos ocuparemos mas adelante), la formación reticular del mesencéfalo
(Iª UFC) (dando lugar al estado de
alerta y vigilia) y en las diferentes estructuras que configuran el gran lóbulo
límbico de Broca o cerebro emocional (UFC
Intermedia) .
Cual es el resultado de este "input" de las aferencias
propioceptivas, generados por el movimiento, en las formaciones límbicas? La
respuesta es: el placer. El placer
de movernos (el placer del estiramiento muscular al despertarnos, el placer de
andar, de correr, de nadar, de dar patadas o golpes de raqueta o de mano a una
pelota, de practicar el golf, de deslizarnos sobre esquies o patines,...o de
participar en una relación sexual, de practicar una afición
manipulativa-constructiva,...). El movimiento es adaptativo y esta al servicio
de la supervivencia. Quietos seriamos objeto de depredación fácil. Había, pues,
que recompensar el movimiento. Nos movemos para obtener placer. No ha de
sorprendernos, pues, que haya surgido la actividad que denominamos
"juegos" (CAMPBELL). En el desarrollo normal infantil, de cualquier
especie suficientemente encefalizada -incluida la humana-, hacen su espontanea
(y, por tanto pre-programada) aparición los denominados "juegos espontáneos" o "movimientos descompuestos y
desordenados". Su objetivo básico es activar las zonas límbicas del
placer y dar lugar al desarrollo y aprendizaje de movimientos adaptativos no
programados genéticamente (otros que las rígidas pautas de respuesta
instintiva). Tal "juego" es,
pues, una actividad musculo-esquelética con objetivo subcortical (límbico) e independiente
de los centros superiores (corticales). Que, en estadios sucesivos del
desarrollo humano (o en la domesticación animal) se establezcan reglas
corticalizadas, es una cuestión de tratamiento o ritualización exclusivamente
cultural. No debemos, por tanto, olvidar o desconocer que primariamente
(básicamente), en la secuencia del desarrollo filogenético y ontogenético, se
juega por el placer de jugar (y no por el placer añadido de competir y ganar o
por evitar el displacer de perder o ser derrotado). Es por ello que los sujetos
infantiles desean pasar la mayor parte del tiempo dedicados a un comportamiento
de juego no reglamentado. Es a causa de tener todavía poca tolerancia para el
diferimiento en la obtención de placer mediante el movimiento, que les cuesta
aguantar la quietud. La supresión de este esencial placer (como ocurre en
muchos de los deportes profesionales, en los que la preparación denominada "física" pasa a ocupar el
primer lugar), conlleva una considerable dosis de renuncia, de sacrificio y ,a
veces, de dolor. Ello debe compensarse o sustituirse por placeres diferentes:
el placer de ganar ( "hemos sufrido
mucho para llegar a ganar" , he aquí una frase habitual y cierta), el
placer de la fama ("el precio de la
fama" , como versión egótica o narcisista) o el placer del dinero
(correlato motivacional de muchos aprendizajes de deportistas o de sus
progenitores).
Si la obtención de placer
es, en primera instancia, el objetivo de un practicante de un deporte, ¿qué
placer obtiene un "aficionado" (espectador) de un deporte (y de un
equipo)? Obligado a la inmovilización -en las gradas de un estadio o en un sofá
delante de un televisor-, debería experimentar displacer. Y lo experimenta.
Para aliviarlo, y para obtener placer, recurre a descargar la tensión mediante
la practica de aquellos primitivos "juegos desordenados" y
episódicos, propios de las edades infantiles: de pronto se levanta y agita los
brazos, patea o corre, grita, se abraza o agrede y destruye de forma
indiscriminada y sincopada, o simplemente sale a la calle y baila, se mueve, y
disfruta (obtiene placer en el movimiento) compensando su pasividad inicial de
espectador.
Es, probablemente, por este
motivo que -ahora que la practica del deporte se ha hecho selectiva,
restrictiva y competitiva- la juventud, necesitada de obtener placer generado
por el movimiento e imposibilitada de vehiculizarlo en la práctica deportiva
(pues los clubes solo retienen a "los
mejores"), acude en masa a las discotecas. El césped o el cemento de
una instalación deportiva solo son pisados, por una inmensa mayoría de jóvenes,
en ocasión de un concierto de rock y
no para la practica de un deporte. El baile (hoy no reglamentado), deviene un
sustituto de aquella actividad física desordena o casi estereotipada, comparable
a los saltos y gestualidades lúdicas de un chimpancé, con mínima participación
del trabajo concertado del cortex cerebral. Por su turno, los denominados
bailes de salón o el ballet son versiones ritualizadas de la misma necesidad
primaria de moverse, en al cual, al igual que en los deportes o juegos
reglamentados, se han introducido reglas, técnicas y uniformes incluso, dando
entrada a la participación de las regiones cerebrales frontales superiores
(programación de los movimientos, introducción de reglas,...).
4. El cerebelo,
estructura encefálica extracerebral, constituye el archivo imprescindible que
contiene inscritas todas las habilidades motoras (movimientos complejos o de
largo recorrido y duración, ajustados a un objetivo). Contiene, en definitiva,
todas las "imágenes motoras" aprendidas
que es susceptible y competente de ejecutar una persona. Tal deposito o
estructura funcional, no forma parte del cerebro, es, solo, una estructura
sobrepuesta e interpuesta (fig. 4). Su función es moduladora, ajustadora y
coordinadora de movimientos diseñados (esquemas de movimientos) por el cortex
cerebral.
El área de su superficie es
la misma que la del neocortex. Su programación es lenta y difícil, previa a la
programación de las áreas corticales mas arriba consideradas. A diferencia de
ellas, pero, su ejecución será automática e inconsciente.
Cualquier actividad motora
finalista, rápida y eficaz es imposible sin la imprescindible y nuclear
aportación o trabajo concertado de la muy compleja función cerebelosa. Los
componentes esenciales que esta función aporta al movimiento son:
a. Conservación del equilibrio (con la colaboración de las
conexiones vestibulares).
b. Control del tono muscular estático y de la marcha.
c. Ejecución del flujo o coordinación precisos (ajustado al fin) de las actividades motoras
(coordinación proximal y distal de las extremidades).
Dejaremos de
considerar, aquí y ahora, el crucial papel del equilibrio y del tono muscular,
pre-requisitos indispensables sobre los cuales toma forma un movimiento, para
centrar nuestro interés en la tercera de las aportaciones del cerebelo. Nos
referimos a lo que podemos denominar la "forma" de un
movimiento dirigido a un fin (su silueta
móvil, precisa, ajustada, elegante, rápida, económica,...). La defectología (es
decir: la sintomatología clínica que observamos cuando se han producido
lesiones del cerebelo) nos sirve de introducción para comprender el trabajo que
deja de aportarse. En tales casos, el paciente no presenta ninguna parálisis
(su cortex cerebral y las vías piramidales están indemnes); pero sus
movimientos son lentos, torpes, bruscos, imprecisos, sobrepasan el objetivo,...
La orden para realizar el movimiento, respondiendo a un estimulo, ha partido
del cortex; la dirección hacia el objetivo también se ha trazado; existen
planes y programas de actuación; pero la forma,
silueta o perfil de este movimiento (que podemos registrar gráficamente),
carente de la aportación de la función del cerebelo, es, a todas luces,
manifiestamente inadecuada, no solo para la practica de un deporte como el
fútbol sino para todas las actividades cotidianas. Igual fenómeno, debido a la
misma causa, se nos patentiza cuando observamos un futbolista en estado ebrio o
en los pasos y la torpe manipulación que exhibe un sujeto infantil (de 12-14
meses de edad y hasta el segundo año de vida). Su marcha es torpe, las caídas
frecuentes, los intentos fallidos al intentar coger un objeto (derribándolo),
correr le es imposible, igual que sortear obstáculos móviles o fijos,...; todo
ello causado por la inmadurez de su cerebelo, incapaz de aportar el necesario
ajuste al movimiento bruto, generado
a nivel cortical. Con los meses y los años, con la ejercitación y el
aprendizaje por experiencia, ira ganando globalidad, justeza, precisión,
equilibrio,...El cerebelo almacena, día tras día, las experiencias de éxito
(sustituyendo a las fracasadas) de "las formas particulares de realizar un movimiento en diferentes
circunstancias" (STEIN). Así es como se adquieren las habilidades motoras. El cerebelo,
modulando cada movimiento originado en el cortex cerebral, utiliza la
información acumulada de cómo un movimiento tuvo éxito en el pasado,
aportándolo a la nueva situación, con el objeto de mejorar la ejecución de
movimientos semejantes en el futuro. El cerebelo, pues, "es el mas alto centro de la regulación
automática del movimiento", teniendo a su cargo el control cinético
del movimiento. En el cerebelo se hallan almacenados los pre-programas centrales del movimiento, resultado de su aprendizaje
por ejercitación. Es gracias a la información compleja -que integra tono, equilibrio y coordinación-
aportada por mi cerebelo, y programada durante un aprendizaje precoz, que
consigo deslizarme ágilmente sobre una bicicleta. Igual que un buen jugador de
fútbol lo es, básicamente (e independientemente de las estrategias técnicas
adoptadas) gracias a su alto stock de perfiles ajustados de movimientos,
almacenados en su cerebelo, y que permitirán su pronta distribución para dar
forma a cada actuación motora final.
5. Los ganglios
basales (núcleos grises, situados en la base del cerebro) (fig. 5),
componentes esenciales del sistema extrapiramidal, constituyen el eslabón mas
arcaico de la funciones que aportan su trabajo concertado a la actividad motriz
emergente del cortex cerebral, a la par que es la primera en desarrollarse en
el curso de la ontogenia individual. Su función es la de suministrar los
programas motores primitivos, básicos e innatos, característicos de cada
especie. En definitiva: los patrones
motores básicos, sobre los cuales podrán imprimirse los movimientos aprendidos
y adaptados a finalidades concretas y modulados por el trabajo de las
estructuras cerebelosas. Así, gracias al papel jugado por los ganglios basales,
iniciamos prontamente un movimiento, andamos con soltura y rapidez, balanceando
nuestros brazos, cambiamos ágil y rápidamente de postura,... En la conducta
motriz propia de una enfermedad de Parkinson -paradigma de las enfermedades
afectando los ganglios basales-, tenemos un claro ejemplo de lo que sucede
cuando estas estructuras funcionales dejar de aportar su contribución a l
actividad motriz: retraso o diferimiento en el inicio de un movimiento,
lentitud en su ejecución (hipocinesia o bradicinesia), bloqueo en el curso de
su ejecución, perdida de los reflejos de re-equilibración, incapacidad para los
cambios posturales,... Todo ello en ausencia de parálisis, de afectación del
cerebelo y con total integridad cognitiva, práxica e intencional.
Resumiendo, las funciones
mas esenciales de los ganglios basales consisten en:
a. Tener a la disposición un
relativamente limitado deposito de programas motores originales o primitivos (patrones básicos), los cuales son
generados internamente (no dependientes de inputs
o aferencias exteroceptivas o telequinésicas, como la visión o la audición, en
definitiva espaciales).
b. Suministrar un estado de
"alerta motora" o preparación para la acción, frente a estímulos
anunciadores o antecedentes indicadores que un acontecimiento va a hacer su
próxima aparición (como, por ejemplo, ligeros movimientos procedentes del
cuerpo del jugador contrario o del que es susceptible de proporcionar "un pase" de pelota) y, frente a
tales indicios, seleccionar los patrones
básicos de movilidad apropiados (que no de movimiento intencional,
sofisticado, ajustado y preciso, aportado por el cerebelo).
c. Una vez activado y
seleccionado tal patrón de
movilidad, solo cabe ejecutarlo. A diferencia de la creatividad y variabilidad,
producto de mas o menos largos e intensivos aprendizajes, que caracteriza a los
programas cerebelosos, los programas extrapiramidales (aportados por los
núcleos basales) son solo copias de movimientos fundamentales, que
posibilitaran los automatismos motores (de la marcha y de la carrera) y la
adaptación equilibratoria al realizar un giro en el espacio, al agacharse o
levantarse, por ejemplo, manteniendo las posturas mas eficaces . Solo contando
con el soporte de estas adaptaciones posturales y de los movimientos
automáticos, podrán imprimirse a los músculos -organizados en torno de una
articulación- las complejas contracciones coordinadas que dan lugar a los
movimientos intencionales.
Desarrollo y aprendizaje de la función
cerebral compleja (FCC) futbolística
Definimos a la FCC
deportiva (en general) como aquella que es el producto del trabajo concertado
de las diferentes áreas y estructural funcionales que hemos someramente
descrito en los apartados anteriores, cada una de las cuales aporta su
especifica e imprescindible contribución al movimiento resultante o final
(actividad y competencia deportiva). A pesar de la extrema (y excesiva)
simplicidad expositiva y descriptiva que se ha aportado, no cabe ninguna duda
que se trata de una función extraordinariamente compleja. Situándonos ahora en
el terreno de la neuropsicología evolutiva o del desarrollo (con el objetivo de
poder programar el aprendizaje de un concreta disciplina deportiva, partiendo
de bases realistas y científicas), cabe apuntar, en primer lugar, que cada una
de estas aportaciones, casi-simultaneas, que participan en todo comportamiento
y rendimiento motriz-deportivo, tiene diferentes y especificas cronologías de
presentación -de maduración y de desarrollo- en el curso de los primeros años
de vid, siendo el conocimiento de estas cronologías del todo imprescindible
para planificar una actividad educativa aplicada.
El desarrollo infantil
humano sigue una secuenciación estrictamente ordenada y programada, en la que
cada etapa es consecuencia de la precedente, a la par que es el requisito
previo para la siguiente (GESSELL).
El punto de partida de este
desarrollo es, precisamente, el alto grado de inmadurez que todavía presentan sus estructuras encefálicas en el
momento del nacimiento a termino. Desde un punto de vista motriz, el recién
nacido humano es un animal o preparación nerviosa subcortical inacabada; ello
determina su actitud postural de reposo, caracterizada por una hipertonía en
flexión, que lo mantiene totalmente esclavo de la gravedad. Una vez terminado
el proceso de maduración de las
estructuras nerviosas, dependientes de un exclusivo determinismo genético, la
llegada de requerimientos del medio permitirá la transformación de estas
estructuras funcionales y la conquista de sucesivos niveles de desarrollo.
Existe, pues, en el proceso
del desarrollo, una edad para cada adquisición. Existen, en definitiva, periodos críticos u óptimos -cada uno
con su relativamente estricta cronología- para la maduración, el aprendizaje y
el desarrollo de una determinada función cerebral compleja. Para la practica de
una actividad deportiva como el fútbol, a grandes trazos, dichas etapas o
periodos son los siguientes:
1. Ninguna función puede
ejecutarse con eficacia antes de que las estructuras que la sustentan hayan
terminado su proceso de maduración,
predeterminado genéticamente. En relación a las estructuras motoras, este
proceso madurativo se despliega de forma suficiente dentro del primer año de
vida (nivel previo de desarrollo motriz).
A lo largo de los seis primeros meses de
vida, en condiciones normales, tiene lugar la inhibición de la mayor parte
de los denominados reflejos arcaicos y la modificación del tono permanente de
los músculos de las extremidades superiores e inferiores (pasando de una
hipertonía en flexión a una relativa hipotonía en extensión). Paralelamente, la
hipotonía axial (del tronco) es sustituida por una relativa hipertonía.
2. Resultado de esta
substancial modificación del tono muscular, dentro de la segunda mitad del primer año de vida, el sujeto humano infantil
puede empezar a exhibir competencias posturales antigravitatorias (mantenerse
sentado sin apoyo, mantenerse de pie con apoyo,...).
3. Tales cruciales
adquisiciones, culminaran, al inició del segundo
año de vida, en una deambulación autónoma inestable, indicativa de la
entrada en juego de un cada vez mas eficiente control del funcionalismo de las
estructuras funcionales extrapiramidales (ganglios
basales).
4. Dentro del tercer año de vida, los automatismos de
la marcha conseguirán su plena manifestación, gracias a las repetidas
oportunidades que la ejercitación de movimientos suministrará al
establecimiento de circuitos neuronales cada vez mas amplios y consolidados a
nivel de las estructuras del cerebelo.
Para la adquisición de esta competencia funcional básica, es -en condiciones
normales- absolutamente innecesaria la planificación de un entrenamiento o de
reglas directivas. Suministrar un ambiente habitual, con posibilidades de
desplazamiento y de exhibición de las actividades de juego espontaneo infantil,
es del todo suficiente y necesario. La modificación del tono muscular, la
maduración y desarrollo de las funciones de equilibración estática y dinámica
representan el substrato imprescindible sobre el cual podrán elaborarse todas
las modalidades de conductas motoras posturales y cinéticas voluntarias
reguladas, en primer lugar, por los ganglios basales, permitiendo al infante
humano librarse progresivamente de la esclavitud de la gravedad y dirigir su
actividad a la consecución de objetivos gracias a la modulación (coordinación),
cada vez mas fina y ajustada, realizada en el cerebelo. Los patrones básicos, sobre los cuales
podrán deslizarse los movimientos aprendidos y almacenados en pre-programas
motores, están asegurados. Partiendo de estos pre-requisito -a medida que
avanzamos en el tercer año de vida, asistimos al progresivo desarrollo de esta
tercera etapa cuarta etapa de desarrollo
motriz, caracterizada por la entrada en juego del progresivo trabajo
concertado de las estructuras funcionales cerebelosas, dando lugar al
desarrollo progresivo y largo aprendizaje de las habilidades motoras cinéticas,
que se prolongará hasta la entrada de la adolescencia. Sin embargo, el periodo
optimo y máximo, durante el cual se imprimen en los circuitos cerebelosos los
pre-programas motores básicos, se circunscribe entre el final del tercer año y
el séptimo año de edad. Aquí, nuevamente, la función del juego libre o no
reglamentado es esencial. Cuantas mas posibilidades tenga un sujeto infantil,
de 4 a 7 años, para ejercitarse y desarrollar competencias o habilidades
motoras, confrontándose con los requerimientos de un medio rico y variado en
estímulos y obstáculos que vencer, mayor será el nivel de su desarrollo
cerebeloso y, en consecuencia, mayor será el stock o almacenamientos de pre-programas motores. Constituye
requisito indispensable, para la consecución y mantenimiento de la
participación infantil a lo largo de estos años, la concurrencia de la
obtención de placer en la practica de las actividades denominadas lúdicas
(aportación que puede abortarse por la introducción de reglamentaciones y
restricciones excesivas impuestas por los adultos). Resulta sin embargo
imprescindibles que estos se ocupen en proporcionar a los sujetos en desarrollo
medios, dificultades y requerimientos prediseñados (lógica y científicamente),
que fuercen y exijan el desarrollo de aquellas habilidades motoras nuevas y
pertinentes para la practica del deporte escogido como objetivo (impulso para
propulsar una pelota con el pie, orientación, recepción, ...ataque y
defensa,..., salto y cabeceo,...). Se trata pues de una etapa del desarrollo
general y deportivo en particular, en la que debe conjugarse un compromiso
entre la necesidad del juego libre (exclusivamente dador de placer) y la
introducción, en el medio donde este juego puede realizarse, de nuevos
elementos interactivos y de útiles que los niños por si solos (en nuestras
rígidas y limitativas organizaciones urbanas) difícilmente podrán hallar o
crear, proporcionarse y utilizar.
5. Solapándose tardíamente con
esta etapa, a partir del cuarto año
de vida, la quinta etapa del desarrollo
motriz comporta la progresiva entrada en juego de las integraciones
corticales parietales asociativas (síntesis temporo-espaciales) y de las
programaciones melódicas cinéticas frontales. Aquí es donde incide, de forma
programa y consciente, el concepto, magistralmente acuñado por VIGOTZKY, de área de desarrollo potencial.
Efectivamente, una vez que el sujeto infantil ha conseguido un optimo nivel de
desarrollo motriz-cinestesico (suficiente riqueza y variedad de pre-programas motores, además de los patrones básicos), si deseamos que
consiga nuevos niveles de desarrollo -los cuales por si solo no adquiriría (o,
caso de adquirirlo, no se ajustarían a las demandas preestablecidas para la
practica de una determinada actividad)-, hemos de ayudarlo haciendo con él aquello que se desea
desarrollar. Hacer con él, desplegando
su desarrollo potencial, no es lo mismo que pedírselo, exigirle que lo haga; no
es lo mismo que recriminarle sus fallos, gritarle, insultarlo o premiarlo.
Aquí comienza el verdadero aprendizaje. Tal es la función del entrenador infantil. A partir de los
cuatro años de edad, deberá aprender actividades, habilidades, artificiales,
nuevas, que difícilmente o imposiblemente se darán en el juego libre. Deberá
desarrollar nuevas y mas complejas competencias, nuevas condiciones internas,
nuevos programas. Deberá
internalizar reglas, tácticas, objetivos, planes y programas de actuación. El
papel directivo del lenguaje del adulto es ahora imprescindible, así como la
comunicación entre el niño y el adulto. En esta etapa "la función compartida entre dos personas se
convierte en un medio para la organización de formas superiores del
comportamiento activo" (LURIA). Deben desarrollarse mecanismos
neuronales que permitan frenar "la
incontrolabilidad intrínseca de los movimientos suscitados por los impulsos
meramente eferentes" (BERSTEIN), utilizándolos para la consecución de
un objetivo prefijados. Empieza, por lo tanto, a solicitarse, en primer lugar,
la intervención o trabajo concertada de la intención
motora (que posibilitará la "conversión
de los elementos de la intención en la tarea de construcción de la acción").
Efectivamente: en los seres humanos en general y en la practica de un deporte en
particular, la acción motora no es (casi nunca) una respuesta estereotipada,
obligada y de exhibición al instante frente a un estimulo externo, sino que
siempre se crea "un modelo de la
necesidad futura, un esquema de lo que deberá tener lugar y de lo que el sujeto
debe alcanzar" (LURIA). Así pues, de forma creciente, a partir de los
4-7 años, el aprendizaje de una modalidad deportiva debe no solo hacer uso de
los conjuntos de patrones y de
variados pre-programas motores fijos
y constantes, adquiridos básicamente en las etapas precedentes (y con cierto
potencial de desarrollo todavía abierto), sino también de un conjunto de
movimientos variables, intencionales. Ello solo puede construirse gracias a la
síntesis de las informaciones aferentes multimodales constantes, incorporando
el análisis de las coordenadas tridimensionales visuo-espaciales, función de
las áreas asociativas de la IIª UFC, con la estructura o forma que habrán de
adquirir en el espacio los movimientos dirigidos (melodías kinestésicas) a la consecución
de un objetivo. Adaptando progresivamente los requerimientos a la dimensión
cronológica, al peso y al tamaño del aprendiz y a las adquisiciones de
competencia que irá acumulando el aprendiz, ha llegado el momento de introducir
las necesarias reglas del juego, los objetivos tácticos y las estrategias de
equipo que forman parte de un deporte concreto, en definitiva de corticalizar
esta modalidad de expresión motriz, sin olvidar que solo podrá fructificar si
se realiza sobre el terreno previo (suficientemente abonado y labrado) de los
imprescindibles pre-requisitos que ha de aportar su trabajo concertado y que
son su substrato..
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